Del Interés de la Metafísica Por la Cuestión Fundamental del Origen Primero, Trascendente. |
"Ilustres señoras y señores:
Me alegra saludaros a vosotros,
miembros de la Academia pontificia de ciencias, con ocasión de vuestra asamblea
plenaria, y agradezco al profesor Nicola Cabibbo las palabras que me ha
dirigido amablemente en vuestro nombre.
Con la elección del tema:
"Visión científica de la evolución del universo y de la vida",
tratáis de concentraros en un área de investigación que despierta mucho
interés. De hecho, hoy muchos de nuestros contemporáneos desean reflexionar
sobre el origen fundamental de los seres, sobre su causa, sobre su fin y sobre
el sentido de la historia humana y del universo.
En este contexto se plantean
naturalmente cuestiones concernientes a la relación entre la lectura del mundo
que hacen las ciencias y la que ofrece la Revelación cristiana. Mis
predecesores el Papa Pío XII y el Papa Juan Pablo II reafirmaron que no hay
oposición entre la visión de la creación por parte de la fe y la prueba de las
ciencias empíricas. En sus inicios, la filosofía propuso imágenes para explicar
el origen del cosmos, basándose en uno o varios elementos del mundo material.
Esta génesis no se consideraba una creación, sino más bien una mutación o una
transformación. Implicaba una interpretación en cierto modo horizontal del
origen del mundo.
I.Evolution of the Universe. II.Evolution of the life. Insights into Human Evolution. Artifcial inteligence ... |
Un avance decisivo en la
comprensión del origen del cosmos fue la consideración del ser en cuanto ser y
el interés de la metafísica por la cuestión fundamental del origen primero o
trascendente del ser participado. Para desarrollarse y evolucionar, el mundo
primero debeexistir y, por tanto, haber pasado de la nada al ser.
Dicho de otra forma, debe haber sido creado por el primer Ser, que es tal por
esencia.
Afirmar que el fundamento del
cosmos y de su desarrollo es la sabiduría providente del Creador no quiere
decir que la creación sólo tiene que ver con el inicio de la historia del mundo
y la vida. Más bien, implica que el Creador funda este desarrollo y lo
sostiene, lo fija y lo mantiene continuamente. Santo Tomás de Aquino enseñó que
la noción de creación debe trascender el origen horizontal del desarrollo de
los acontecimientos, es decir, de la historia, y en consecuencia todos nuestros
modos puramente naturalistas de pensar y hablar sobre la evolución del mundo.
Santo Tomás afirmaba que la creación no es ni un movimiento ni una mutación.
Más bien, es la relación fundacional y continua que une a la criatura con el
Creador, porque él es la causa de todos los seres y de todo lo que llega a ser
(cf. Summa theologiae, i, q.45, a.3).
"Evolucionar" significa
literalmente "desenrollar un rollo de pergamino", o sea, leer un
libro. La imagen de la naturaleza como un libro tiene sus raíces en el
cristianismo y ha sido apreciada por muchos científicos. Galileo veía la
naturaleza como un libro cuyo autor es Dios, del mismo modo que lo es de la
Escritura. Es un libro cuya historia, cuya evolución, cuya
"escritura" y cuyo significado "leemos" de acuerdo con los
diferentes enfoques de las ciencias, mientras que durante todo el tiempo
presupone la presencia fundamental del autor que en él ha querido revelarse a
sí mismo.
Esta imagen también nos ayuda a
comprender que el mundo, lejos de tener su origen en el caos, se parece a un
libro ordenado: es un cosmos. A pesar de algunos elementos irracionales,
caóticos y destructores en los largos procesos de cambio en el cosmos, la
materia como tal se puede "leer". Tiene una "matemática"
ínsita. Por tanto, la mente humana no sólo puede dedicarse a una "cosmografía"
que estudia los fenómenos mensurables, sino también a una
"cosmología" que discierne la lógica interna y visible del cosmos.
Al principio tal vez no somos
capaces de ver la armonía tanto del todo como de las relaciones entre las
partes individuales, o su relación con el todo. Sin embargo, hay siempre una
amplia gama de acontecimientos inteligibles, y el proceso es racional en la
medida que revela un orden de correspondencias evidentes y finalidades
innegables: en el mundo inorgánico, entre microestructuras y macroestructuras;
en el mundo orgánico y animal, entre estructura y función; y en el mundo
espiritual, entre el conocimiento de la verdad y la aspiración a la libertad.
La investigación experimental y filosófica descubre gradualmente estos órdenes;
percibe que actúan para mantenerse en el ser, defendiéndose de los
desequilibrios y superando los obstáculos. Y, gracias a las ciencias naturales,
hemos ampliado mucho nuestra comprensión del lugar único que ocupa la humanidad
en el cosmos.
La distinción entre un simple ser
vivo y un ser espiritual, que es capax Dei, indica la existencia
del alma intelectiva de un sujeto libre y trascendente. Por eso, el magisterio
de la Iglesia ha afirmado constantemente que "cada alma espiritual es
directamente creada por Dios -no es "producida" por los padres-, y es
inmortal" (Catecismo de la Iglesia católica, n. 366). Esto pone de manifiesto la peculiaridad de la antropología e
invita al pensamiento moderno a explorarla.
Ilustres académicos, deseo concluir
recordando las palabras que os dirigió mi predecesor el Papa Juan Pablo II en
noviembre de 2003: "La verdad científica, que es en sí misma participación
en la Verdad divina, puede ayudar a la filosofía y a la teología a comprender
cada vez más plenamente la persona humana y la revelación de Dios sobre el
hombre, una revelación completada y perfeccionada en Jesucristo. Estoy
profundamente agradecido, junto con toda la Iglesia, por este importante
enriquecimiento mutuo en la búsqueda de la verdad y del bien de la
humanidad" (Discurso a la Academia pontificia de ciencias, 10 de noviembre de 2003: L'Osservatore
Romano, edición en lengua española, 21 de noviembre de 2003, p. 5).
Sobre vosotros, sobre vuestras
familias y sobre todas las personas relacionadas con el trabajo de la Academia
pontificia de ciencias, invoco de corazón las bendiciones divinas de sabiduría
y paz.
[Traducción distribuida por la
Santa Sede
© Libreria Editrice Vaticana]
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